SUFICIENTE PARA VIVIR.


Pues pasar la vida intentando resolver la gran incógnita de cuál fue nuestro origen o cuál será nuestro destino, quizás no merezca más la pena.
Prefiero confiar en que esta información reside en nosotros, forma parte de nosotros y está en algún rincón escondida y susurrándonos cosas imposibles de descifrar con la mente, pero que el cuerpo entiende y sin saberlo ni quererlo, conoce y reconoce. 

No confiar en que ya tenemos esta información intrínseca sería como preguntarse dónde está el aire que cogemos y dónde está el aire que soltamos. Y desconfiar en que existe, sólo porque no lo ves.

Lo que eres y lo que serás, tu origen y tu destino, están contigo siempre, forman parte de ti. Son como dos hilos uno ha trazado tu sendero ya pasado y el otro traza sutilmente por dónde puedes continuar. 


Puede que el verdadero misterio de la vida resida en conocer dónde estás ahora. 

Quizás sea por eso que no tenemos la posibilidad de ver o percibir más allá que el ahora. 

El gran misterio sería cómo conocer el presente y permanecer tan presente en él que solo te quede una opción: encontrar la calma. 

La mayor incógnita entonces no sería que hubo antes ni que seré después, aquellos son lugares en los que domina la mente, la incertidumbre, la duda, la pena, la insatisfacción, el miedo… me gusta creer que el verdadero aprendizaje reside en encontrar la manera de vivir en paz con el presente, descubrir el presente y adorar en él un sinfín de esperanza, de vida, de amor, de oportunidades, de aprendizajes, de agradecimiento.

Amar el momento , amar el presente. 


Permanecer en el presente es un acto suficiente. 

Suficiente para respirar, suficiente para observar, suficiente para agradecer, para aprender, para ser y estar, suficiente para vivir. 

En el presente siempre encuentras lo necesario.

En el presente estás en paz. 


Aunque en el presente estuviéramos corriendo delante de un león; incluso apareciendo el miedo y la adrenalina, estas serían herramientas de supervivencia, serían nuestras mejores aliadas, nuestras ayudantes.

Encontraríamos más “paz” en ese acto limite, que estando en el sofá de nuestra casa viajando constantemente al pasado o al futuro con la mente: recuerdos, anhelos, deseos o penas. Ahí es donde domina el ego. El miedo. 

Entonces el miedo y la adrenalina nos dominan y pasan de ser herramientas de supervivencia para ser obstáculos que generan ansiedad o depresión. 

Las mismas herramientas que pueden ayudarte a sobrevivir de manera inteligente, si te dominan pueden llevarte a la enfermedad, a la apatía por vivir, a la desesperación, al miedo profundo. Y puede que la única diferencia entre una situación y otra, sea la conexión con el presente. 


A veces cuando la vida es extremadamente cómoda o extremadamente fácil; lo tenemos todo y vivimos como cualquiera podría soñar, podemos encontrar un vacío interno sobrecogedor. 

Al callar la voz de la supervivencia, al no necesitar luchar por la comida quizás, ni por tus ropas quizás, ni por un techo quizás. Una parte de ti se relaja. 

La vida no se comprende a sí misma sin tener objetivos propios de la vida. 

Y han sido muy pocos años de evolución los que ha tardado el ser humano en crear una vida extremadamente cómoda, para un cuerpo genéticamente aún dispuesto a sobrevivir día tras día como único objetivo. 


De repente nuestros objetivos primordiales ya están cubiertos, así que aparecen unos nuevos, inventados por la sociedad. Es casi una imposición social, muy sutil, pero generalizada. 

Todos entramos fácilmente en el juego de asumir estas necesidades sociales, que alimentan la avaricia y el ego, normalmente.

Por lo tanto es probable y muy sencillo entrar en un estado de alarma, de miedo constante, por no estar alcanzando unos objetivos tan concretos. Que seguramente no sean deseos del alma sino de la mente. 

Son requisitos socialmente impuestos que continuamente te hacen creer que no eres suficiente y tienes que adaptarte a nuevas olas, modas, tendencias o movimientos para ser o existir dignamente. 


(Digo que aquí domina la mente, porque dudo que el alma necesite ciertas cosas materiales, o reconocimiento externo, fama o eventos, ropas o una imagen concreta para vivir en paz.)


El alma pasa a un segundo plano y la mente domina todos nuestros actos. 

Entonces cada paso que damos, cada decisión que tomamos girará en torno a lo que consideramos que los demás van a aprobar o aplaudir, eso puede ocurrir de forma consciente o inconsciente. Muchas veces puedes tener la sensación de estar revolucionando el panorama con tus actos y si miramos el trasfondo, de nuevo incluso así estamos buscando una aprobación o un aplauso, un reconocimiento o un momento de atención y protagonismo. 

Cuando permanecemos en este estado de vida pocas veces se encuentran momentos de verdadera paz, momentos de plenitud. Incluso cuando el ruido disminuye y parece que puedes respirar, aparece con más fuerza el miedo o la ansiedad, así que no interesa que el ruido baje. 


La vida se llena de momentos y personas que provocan picos de excitación y exaltación, aumentos rápidos del ego, sentimientos de lujuria o euforia que pueden provocar adicción. Constantemente en la búsqueda de un estado en el que puedas estar mejor del que ya estás, vivir con la sensación de que nada es suficiente y necesitas algo mejor que lo anterior todo el tiempo o simplemente estar tan sumergido en una vida sin frenos que no eres consciente de cómo estás realmente. De quién eres, de cómo vives, de cómo tratas a los demás, de cómo te sientes, de cuál es el sentido de tu existencia, de tus verdaderos logros como persona, de tu voz interior. 


Momentos altos de dolor pueden llevar fácilmente a estas salidas, es normal. El camino fácil en momentos de sufrimiento es escuchar al ego, al miedo, al monstruo que te dice que no sufras y que te evadas, te engañes, te creas la mentira de la superioridad, de la vida fácil y sin miramientos y del disfrute continuo sin responsabilidad. 


Pero lo cierto es que sufrir es parte de la vida, para el aprendizaje, no para el estancamiento. Es necesario pasarlo dándole el espacio y la dignidad que merece y sabiendo y confiando en que solo es un momento transitorio del que saldrás infinitamente más sabio, más fuerte y conociéndote más a ti mismo y a tu entorno en consecuencia. 


Respetar la vida tal y como viene es un acto de profundo respeto hacia lo superior, si vives un momento duro, permitirse vivirlo y detrás encontrar el sentido del porqué, la moraleja o el aprendizaje. Herramientas que te ayudarán a ser tu mismo, a encontrar tu paz y a adentrarte en un camino que a priori parece más duro y doloroso, lento y poco atractivo, pero que a la larga resulta ser más efectivo, más sencillo y sobretodo sanador. 




Teresa Julián. 

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